El Plasma Rico en Plaquetas (PRP) representa una avanzada y eficiente terapia que ofrece notables beneficios para la salud y apariencia de la piel. Este procedimiento, que se ha consolidado como una opción segura y rápida, involucra una serie de pasos precisos y altamente efectivos.
En primer lugar, se extrae una pequeña muestra de sangre del propio paciente, la cual posteriormente es sometida a un proceso de centrifugación. Este proceso permite obtener una fracción de plasma con una concentración excepcionalmente alta de plaquetas. Luego, este plasma es activado mediante la adición de cloruro de calcio.
El PRP activado se aplica en la piel a través de micropunciones dérmicas, focalizándose en las áreas que presentan signos de flacidez tanto en el rostro como en el cuerpo. La aplicación de PRP estimula de manera significativa la producción de colágeno, elastina y tejido epidérmico, tres componentes clave para lograr una piel más joven, tersa y de mayor calidad.
Este tratamiento permite la entrega de principios activos que fomentan la regeneración de células cutáneas esenciales, como los queratinocitos de la capa basal y los fibroblastos. Además, se promueve la producción de glicosaminoglicanos, así como la formación de fibras de colágeno y elastina, fundamentales para reemplazar las estructuras cutáneas alteradas.
En términos de protocolo, se suele recomendar un ciclo de tres aplicaciones espaciadas en intervalos de quince días entre cada una, seguidas de un refuerzo a los cuatro meses. Posteriormente, es esencial continuar con un régimen de mantenimiento, generalmente anual.
Para optimizar los resultados y mantener la salud de la piel después de la aplicación del PRP, se aconseja el uso de protector solar como medida fundamental para reducir los efectos negativos causados por la exposición solar. Asimismo, se sugiere evitar la exposición a ambientes contaminados durante las primeras 24 horas posteriores al tratamiento, para garantizar una recuperación efectiva y sin contratiempos.